martes, 22 de julio de 2014

¿Tus hijos se portan mal? Pues paga más impuestos...


En la novela "Tropas del Espacio", Robert. A. Heinlein describe una sociedad futura militarizada, obligada a luchar contra una amenaza exterior. Al leerla, es difícil evitar la sensación de que el autor está básicamente de acuerdo con los rasgos de esa sociedad. Uno de ellos es que la indisciplina o las faltas de los hijos también ocasionan castigo para los padres. Cuando un niño o un muchacho se porta mal, recibe una serie de latigazos, en número proporcional a la magnitud de la falta. Pero lo interesante es que ambos padres reciben un número de latigazos igual que el de su hijo.

Me recuerdo entre divertido y escandalizado leyendo aquellos pasajes. Me dejaban pensativo, pues no deja de tener cierta lógica.

Algo parecido, en versión menos salvaje, proponen los autores del blog "Nada es Gratis" en su libro del mismo nombre, escrito conjuntamente por todos ellos, con el pseudónimo de "Jorge Juan".

Empiezan ilustrando el asunto con un gráfico de barras, procedente del informe PISA 2009, que compara, entre los distintos países de la OCDE, la proporción de alumnos en colegios públicos en los que el aprendizaje se ve muy afectado por las interrupciones en las clases. El gráfico del blog y el del libro no concuerdan mucho, pero bueno... España está entre los países con más indisciplina en las clases.

Pues esta es la solución de los economistas:

"Implantemos un carné por puntos en educación. Aquellos padres cuyos hijos no se comporten van perdiendo puntos. Pero llegado cierto momento se "pierde el carné". Esto puede traducirse en una subida de impuestos. La lógica económica de esta medida es aplastante: el niño genera un efecto externo sobre terceros, y el responsable legal debe hacerse cargo. Es el mismo principio por el que quien contamina debe pagar por ello, a través de impuestos a los carburantes, por ejemplo. Además, hacerlo vía impuestos garantiza que la medida sea progresiva: el castigo será mayor para los padres con una renta más alta."

Lo convincente que le parezca a uno esta medida dependerá de en qué grado crea que la indisciplina
de los hijos depende de la actitud de los padres. Yo creo que depende bastante, pero se admiten opiniones (si es posible con bibliografía) al respecto.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Propiedad intelectual (y II) en el día contra el DRM

Hoy publicaba Jesús Fernández-Villaverde una entrada en el blog "Nada es gratis", donde mencionaba el DRM (sistema de gestión digital de derechos, que por ejemplo impide la copia de libros electrónicos) y hacía un link hacia otra entrada suya donde criticaba el modelo actual de propiedad intelectual. Como no sé si publicará el comentario que le hago (él es muy suyo), lo incluyo aquí, porque ya había hablado de esto:

1) Cierto que hay falacias y exageraciones en un bando ("es robar", "es de piratas", etc), pero también en el otro ("las ideas no son de nadie", "la SGAE roba", "los heredero
s viven del cuento" [guasa de Jorge Riechmann: la abolición de la herencia es un irrenunciable principio socialista, pero no hay por qué limitarlo a la propiedad intelectual…], "no se pueden poner puertas al campo" [no hay puertas, pero sí vallas, que delimitan lo que es de unos y de otros].


2) Es cierto que "Nadie tiene “derecho” innato y natural a la propiedad intelectual", pero nadie tiene tampoco “derecho” innato a su disfrute.
3) ¿Es la distinción entre bienes rivales y no rivales tan bien definida? Si no hay cola y la sala de cine está medio llena, el acceso a la sala no es un bien rival, ¿no?. Probé a razonárselo la última vez al “segurata” para entrar sin pagar. No coló.

4) Creo que JFV no es tan tonto como para afirmarlo, pero por si acaso: es cierto que el copyright es un sistema de incentivos, pero eso no quiere decir que violar a sabiendas un sistema de incentivos que la sociedad se ha dado a sí misma para solucionar un problema sea moral.

5) Hay que preguntarse si el bien es mayor que el mal. Y eso varía mucho según el caso. Yo creo, por ejemplo, que el DRM es nefasto. Pero es nefasto para Amazon, ¿no? Así que ¿para qué protestar? Ya espabilarán.

6) Veo que no soy el único al que preocupan los escritores artísticos no-bestsellers. JFV citó el mecenazgo, los premios, la cooperación múltiple y la innovación competitiva (que no sé lo que es) como alternativas al monopolio temporal. No sé si va a ser suficiente. Yo creo que hay  buenos escritores que hasta ahora podían ser artistas a tiempo completo y ahora no van a poder, con el consiguiente perjuicio colectivo.

7) Hay un cambio del paradigma tecnológico que impide el monopolio temporal. Pero ¿y si revirtiese? Un virus que destrozase sólo los ordenadores que albergan una copia ilegal de algo, por ejemplo. ¿Sería "moral" lanzar el virus? Pues claro que sí, tanto como bajarse una película sin pagar. ¿Creen que no habría gente que protestaría entonces por sus violados derechos sacrosantos?

PROF. JESÚS FERNÁNDEZ-VILLAVERDE:

Muchas cosas. Tengo poco tiempo hoy asi que solo respondo a 3) y 4).
3) La rivalidad es un continuo: hay bienes plenamente rivales (una camisa), plenamente no rivales (las señales de television) y parcialmente rivales (una carretera o una sala de cine medio llena). Las ideas son un ejemplo casi perfecto de bienes no rivales (excepto por el soporte fisico de las mismas).
4) Hay una obligacion (en general, hay excepciones) de cumplir una ley, por supuesto. Pero en el caso del copyright, el juicio moral es sobre el la importancia del imperio de la ley y de los objetivos que la misma busca, no sobre el contendido de la misma.
Si mañana se elimina el copyright (algo que las Cortes siempre pueden hacer), copiar un archivo digital no seria ni inmoral ni ilegal. Si mañana las Cortes permitiesen quemar gatitos en grandes fogatas (por poner un ejemplo superidiota y que espero no ofenda a nadie), quemar gatitos seria legal pero seguiria siendo inmoral.

 6) Si lee todas mis entradas anteriores y los comentarios (si, son muchos y largos, lo siento), he señalado que quizas en ciertos casos (como los escritores) no nos quede mas remedio que mantener el copyright. Pero desde luego ni con la longitud actual (25 años probablemente son mas que suficientes) ni con las mil restricciones existentes. En otras areas (software), deberia ser eliminado completamente. Yo no quiero pasar de un nivel de proteccion 100 (el actual) a 0, quiero pasar de 100 a, por poner un numero, 30 (y por supuesto que no suba, como quieren los lobbies de la industria).



YO:


Creo que estamos de acuerdo en las consecuencias prácticas (limitar el copyright, distinguir entre situaciones…) pero no en la "filosofía profunda".

La obligación moral de no violar el copyright no es sólo porque "dura lex, sed lex".  Si mañana se eliminase el copyright, dice que copiar no sería ni inmoral ni ilegal. No creo. Dejaría de ser ilegal, pero seguiría siendo inmoral, porque [estamos de acuerdo en que] impediría que algunas personas (ya digo que los escritores artísticos son los que más me impresionan) pudiesen disfrutar de los frutos de un honesto trabajo, útil para la comunidad, como disfrutamos los demás. Y POR ESO hay que mantener el copyright para ellos. No sólo porque a largo plazo a los demás no nos convenga eliminarlo para preservar la función de los escritores. Es "inmoral" cambiar "injustamente" las leyes.

Otra cosa es que se me diga que los datos empíricos no son esos: que no se impediría, porque hay alternativas mejores que el copyright. Pero no es eso lo que me dice. Y hablando de muchos casos artísticos, aunque me lo dijera no le creería.

Off-topic para Ruralita: la ley que prohibió los toros en Cataluña no fue "democracia en estado puro". En mitad de la legislatura, cada diputado votó lo que le dio la gana sin haber avisado antes (en su programa electoral) de lo que iba a hacer, con lo cual los catalanes perdimos totalmente el control de nuestro Parlamento en este asunto. Snif.

Con esto llego a mi límite ¡Arrrgh!
 

viernes, 21 de marzo de 2014

Cinco libros para culturizarse

Supongamos que alguien quiere adquirir cultura. Está preocupado porque su educación formal no le aprovechó mucho, y luego, por centrarse demasiado en el trabajo y poco en el ocio intelectual, es consciente de que se ha quedado un poco atrás. No sabe, pero tiene ganas de saber. Quiere instruirse. ¿Por dónde empezar?
Esta es una lista de mis "top five". Los cinco libros que yo le recomendaría.

"Cosmos" de Carl Sagan (El Universo y cómo llegar a conocerlo mediante la Razón y la Ciencia).
"El gen egoísta", de Richard Dawkins (la evolución y otras ideas peligrosas de la Biología).
"Cronología del Mundo" de Isaac Asimov (una ducha de Historia).
"Política para Amador", de Fernando Savater (una introducción a la Filosofía Política).
"Por qué fracasan las naciones" de Daron Acemoglu y James Robinson (trata sobre la pregunta más importante de las ciencias sociales, por qué unos países son ricos y otros pobres).

Le echaré un vistazo a esta lista dentro de algunos años, a ver si sigo opinando lo mismo.


martes, 18 de marzo de 2014

Cataluña y monsieur Queuille (frisking)



Este es un artículo nacionalista habitual publicado en El País el 18 de marzo de 2014. Me he permitido hacerle un frisking, porque ya estoy más que harto.




No existe ningún problema político tan urgente que no pueda ser resuelto mediante una indecisión”. Se ha atribuido la frase a Henri Queuille (1884-1970), político radical con importantes responsabilidades de gobierno durante la III y la IV República francesa. Sea o no cierta su autoría, se expresa con ella un estilo político que ha tenido destacados practicantes en otras latitudes. Podría ser reconocido en la estrategia —si así cabe llamarla— adoptada por el actual Gobierno español ante lo que algunos suelen llamar el “desafío soberanista”. A estas alturas de la peripecia (peripecia=” cambio repentino de situación debido a un accidente imprevisto que altera el estado de las cosas”, pero el desafío soberanista no ha sido un accidente), ha quedado también bastante claro que esta estrategia inmovilista está respaldada por la actual mayoría política en el Congreso de los Diputados, por gran parte de la opinión pública española y por un sector predominante de sus medios de comunicación (¿estrategia inmovilista? Como decía con tino y gracia Fernando Savater hace un tiempo, que a alguien le dé una crisis epiléptica no significa que los demás tengan el deber de convulsionar al unísono. Y lo que está respaldado por la mayoría es la Constitución, no la “estrategia” de Rajoy). Frente a ellos, son minoría quienes desde hace tiempo o desde hace poco promueven la superación del esquema territorial vigente para dar alguna respuesta a quienes se manifiestan disconformes con sus resultados (esto de que son minoría es importante, pero no sé si te vas a acordar; y es mejor que digas el “cambio” del esquema territorial y no la “superación”, como si el esquema que hoy existe fuera obviamente peor que lo que proponen sus adversarios).
En otras circunstancias, una actitud mayoritaria de firmeza inamovible y de defensa de lo existente podría ser garantía de estabilidad y consolidación. Pero tal actitud choca desde hace años con un inconveniente no desdeñable: la existencia en Cataluña de una mayoría política, social y mediática que reivindica cambios en el statu quo de sus relaciones con el Estado y sus centros de decisión. Aunque sin coincidir en el contenido de los cambios, sus partidarios superan claramente a los inmovilistas (léase sensatos) locales. Y de esta discrepancia entre mayorías —en Cataluña y fuera de Cataluña— nace el conflicto (gracias por hacérmelo ver).
Abundan las interpretaciones sobre las raíces de esta persistente contraposición. En estas páginas se han prodigado argumentos, parábolas y metáforas de variado ingenio y valor. Pero me pregunto si no ha pasado el momento de las interpretaciones o de refugiarse en la complaciente idea de que esta discrepancia nace de una astucia de clase o de una maniobra partidista sin apoyo social.(No te quepa duda de que surge en parte de una “astucia de clase”. El separatista calcula. Sabe que su comunidad autónoma es más rica que la media, y como no ve más allá del corto o medio plazo y de la economía, piensa que saldrá beneficiado si se separa, porque así tocará a más para él. Verlo no es una “idea complaciente”. Es aceptar la realidad) ¿No sería más productivo explorar ya opciones de salida para un contencioso político que pocos se atreven a negar? Examinar vías de salida es ahora más acuciante porque es improbable que las cosas sigan como están. No es necesario invocar al célebre presocrático para admitir que todo fluye y —dadas las circunstancias del caso— con mayor velocidad que en otros tiempos.
A modo de ejercicio (no creo que sea sólo para eso) y con ánimo de provocar nuevas sugerencias, apuntaré de nuevo cinco alternativas que se me ofrecen como pistas de desbloqueo. La primera consiste en una recentralización gradual del sistema existente. En realidad, parece estar ya en marcha un proceso de involución autonómica (por favor, dí “recentralización”, que suena más aséptico, y no “involución”, que significa “retroceso”, como si hubiera una dirección clara de “progresión autonómica”) si examinamos una serie de decisiones recientes del Gobierno estatal en materias diversas: fiscal, municipal, educativa, laboral, medioambiental, etcétera. Es una involución (y dale) que satisface a buena parte de la opinión española, incluso a gobiernos y poblaciones de algunas comunidades autónomas que ven reducida su propia esfera de autogobierno.(¿dónde? no ha habido tanta recentralización como dices, por desgracia). En cambio, en nada favorece la posibilidad de convencer a la opinión catalana mayoritaria para que altere el sentido de sus aspiraciones. Más bien al contrario.(puede ser, pero tienen que aceptar que están en minoría, como lo acepto yo en mil cosas que me gustaría cambiar a nivel estatal y autonómico, pero que no puedo cambiar porque “los otros no quieren”).
Una segunda opción de sentido opuesto apuntaría a incrementar el grado de descentralización sin variar demasiado las bases del esquema actual. A mi juicio, es un camino abierto, pero con poco recorrido. Lo reveló el intento de reforma estatutaria de 2006. Una eventual expansión de la descentralización sin transformaciones de calado en el modelo no subsanaría algunos de sus defectos capitales (totalmente de acuerdo; por eso entre otras cosas no hay que hacerla) ni respondería a lo que se plantea desde Cataluña.(claro que no; la simetría no les gusta a los nacionalistas. Ellos han de ser más que los demás en algo).
Una tercera pista apunta a la adopción de un modelo federal.(la enorme, tremenda, terrible tontería "marca de la casa" del PSOE, con síndrome de Estocolmo todavía. Como si reformar la Constitución por la vía “federal”, sea lo que sea lo que signifique eso, fuera a calmar a los nacionalistas catalanes. O sea, que reformas la Constitución para que sea federal, y se acabó el problema. CiU será leal y ya no volverá a pedir dinero, nunca más habrá chantaje nacionalista en el parlamento estatal, y ERC tendrá que disolverse porque el nacionalismo desaparecerá). La etiqueta federal admite matices muy variados: desde el federalismo a la alemana hasta un flexible federalismo asimétrico, tan ridiculizado hace años por algunos que lo recuperan ahora como recurso de última hora.(¿quién ha ridiculizado el federalismo asimétrico y lo ha recuperado ahora? Nombres, queremos nombres… El federalismo asimétrico fue, es y será siempre ridículo; y la semilla de rencores futuros). Su viabilidad depende en todo caso de que la propuesta aporte precisiones mayores que las suministradas hasta ahora por sus promotores. Por otro lado, la aclimatación de este principio organizativo a la cultura política española puede ser bastante problemática a la vista de consolidadas tradiciones partidistas y administrativas (como la tradición filosófica que dice que las asimetrías han de intentar evitarse, porque todos los ciudadanos son iguales ante la ley y deben de tener los mismos derechos y deberes. ¡Qué anticuado está eso!). Pero ello no habría de ser obstáculo para explorar de buena fe lo que pueda dar de sí esta alternativa.
Un cuarto escenario consistiría en ampliar el acceso a la “vía navarra” al autogobierno. Se trataría en realidad de replicar el discreto confederalismo existente entre el Estado y aquella comunidad. O entre el Reino de España y el Reino de Navarra, si se prefiere apelar a sus raíces tradicionales. Lo califico como confederalismo discreto por un doble motivo: porque no es propiamente la confederación de los manuales y porque su carácter excepcional y algo extravagante pasa discretamente desapercibido para los acérrimos defensores de la ortodoxia constitucional (no es cierto; muchos defensores de la legalidad y de la Constitución queremos reformarla para acabar con los indeseables privilegios vascos y navarros, una anomalía democrática que no debería existir en el siglo XXI y con la que haríamos bien en acabar por el bien de la democracia misma) . Sea como fuere, la relación establecida entre Estado y comunidad foral parece aceptada y satisfactoria para ambas partes, tanto en lo simbólico como en lo competencial y en lo fiscal. Algunas voces han sugerido recientemente —con o sin mención del precedente navarro— la posibilidad de una relación similar entre el Estado y Cataluña, una relación que cuenta con un ejemplo muy consolidado y que no parece haber socavado fatalmente los cimientos del presente orden constitucional.(no fatalmente, pero claro que los ha socavado; por eso ahora tú puedes citarlo para pedir los mismos privilegios para Cataluña. El problema es que eso no puede generalizarse, porque si todo el mundo tiene privilegios, dejan de ser privilegios. Ante un privilegio, una persona decente deseará abolirlo; los nacionalistas quieren otro privilegio igual para ellos, así son).
Finalmente, hay que referirse a la hipotética separación entre Cataluña y España por más que se opongan a ella importantes obstáculos legales, económicos y sentimentales. Cabe imaginar una separación amistosa o una separación agria y turbulenta. Con costes elevados en ambos casos y para ambas partes. Pero menores tal vez en la primera que en la segunda (tal vez, ). Por desgracia, no parece que la separación amistosa sea imaginable a la vista del clima que nos envuelve (y que los nacionalistas en el gobierno de Cataluña han hecho todo lo posible por suavizar…). Habría que resignarse, por tanto, a que se diera la segunda. (no, no habría que resignarse; lo que habría que hacer es respetar la ley, aunque no guste; dura lex, sed lex). A sabiendas de que su naturaleza conflictiva tampoco excluiría una negociación para resolver multitud de cuestiones de derecho y de hecho.
He dejado a un lado los aspectos jurídico-constitucionales de cada alternativa. No porque sean insignificantes, sino porque —en desacuerdo con ciertas posiciones inmovilistas— considero que no son los únicos ni siempre los más determinantes para orientar el planteamiento de la cuestión y sus salidas alternativas. Aquí están en juego otros recursos igualmente importantes que se barajan en contenciosos de este carácter: valores simbólicos, disponibilidades económico-financieras, dimensión geoestratégica, conexiones internacionales, etcétera. (pero es que la ley no es un “recurso”, como por ejemplo pueden serlo las “conexiones internacionales” o las "disponibilidades financieras". Es la Ley. Es lo que permite convivir en armonía en una democracia e impide que las minorías se impongan a las mayorías. En democracia sólo es lícito elegir dentro de la ley). Sin olvidar —como es natural— la intensidad de la movilización ciudadana o la capacidad de imposición coactiva de cada parte.(pocos olvidamos el poder “duro” de ambas partes, por eso no contemplamos la independencia como una posibilidad creíble en ausencia de cobardías gubernamentales) Todos los recursos —y no solo uno de ellos— deberán ser aquilatados para estimar la viabilidad de las diferentes alternativas cuando se entable la negociación a la que indefectiblemente se llegará más tarde o más temprano, con o sin votaciones o consultas previas.(da por hecho que se negociará, lo cual es sorprendente, porque a lo mejor lo único que pasa es que se suspende la autonomía o algunos gobernantes regionales son detenidos. Al menos, si se persiste en la intentona, no parece que un futuro negociado sea evidente. Más se parecerá a una renuncia por una de las partes).
Una única alternativa se me presenta como totalmente inútil para superar el bloqueo actual. Es la del impávido inmovilismo del que presumía —según dicen— el hombre político francés citado al principio de este artículo: una forma de gobernar que consiste en dejar pasar el tiempo sin adoptar iniciativa alguna. Conviene recordar que este estilo de gobierno atribuido a ciertos dirigentes franceses de la segunda posguerra mundial desembocó finalmente en una crisis institucional de carácter terminal. Una crisis que acabó con el régimen de la IV República, llevó al poder al general De Gaulle, obligó a adoptar una nueva Constitución y dio paso a la independencia de Argelia y de todas las colonias africanas de Francia. Porque cuando los dirigentes y las instituciones existentes no son capaces de acomodar nuevos procesos sociales quiebran de manera estrepitosa y son desbordadas por la realidad de los hechos. A corto o a medio plazo.(la verdad es que yo también acuso al gobierno central de inmovilismo, pero creo que en un sentido distinto al autor. Rajoy hace tiempo que tendría que haber suspendido la autonomía de Cataluña por el artículo 155 de la Constitución. Tanto Artur Mas como Duran i Lleida ya han dejado dicho que una declaración unilateral de independencia no es totalmente descartable. Y cuando un presidente de una comunidad autónoma dice que no descarta violar la legalidad vigente, es pasado tiempo de inhabilitarle. Y hay que suspender la autonomía, pues cambiar sólo a una persona no serviría de nada. A CiU les ha votado mucha gente.
La suspensión temporal sería lo más inteligente a hacer, porque con la dirección actual de los acontecimientos, el conflicto es inevitable, y mejor ahora que entonces, tras un año de calentamiento regional. Que dejen a los políticos de CiU un par de años sin televisión, sin periódicos subvencionados, y sobre todo, sin chanchullos, y verás que pronto se calman. Si fuera una opción para Rajoy, lo más inteligente sería que la tomase. Pero es que no es una opción: ¡qué manía con considerar los artículos de la Constitución como si fueran de cumplimiento voluntario!

Josep M. Vallès es catedrático emérito de ciencia política (UAB).(y un auténtico lince)

jueves, 27 de septiembre de 2012

Las balanzas fiscales: ¡qué pesadez!


Anda estos días el ambiente caldeado en Cataluña y, como a menudo me pasa, ocupo parte de mi tiempo filosofando sobre las vertientes oscuras del ser humano, inspirado por los acontecimientos de la región. En este caso, medito y me pregunto sobre la proporción de maldad y error: cuánto tiene el nacionalista de infección por el virus del tribalismo y cuánto tiene de puro error intelectual. La proporción variará según la persona, naturalmente, pero han de existir ambas, porque si no, lo que se ve y oye en Cataluña no tendría explicación.
El nacionalismo catalán es una fuerza tribal que a falta de otros fulcros eficientes se apoya básicamente sobre dos pilares: la lengua y los impuestos. El idioma catalán y el "España nos roba", ya saben. El supuesto "expolio" aparentemente queda limitado en las conversaciones a 1) las autopistas de peaje y 2) el déficit fiscal del Cataluña con el Estado central.

Sobre todas estas cuestiones el nacionalista puede llegar a hacer con gran convicción todo tipo de afirmaciones, desde las aparentemente plausibles hasta las más reaccionarias y fascistas. Visto por un observador externo, aparenta equivocarse pero ¿le han engañado o más bien se ha dejado engañar porque le conviene al bolsillo o porque odia a los españoles de manera semiinconsciente? Por si acaso predomina el error sobre el tribalismo, quizá no estaría mal dedicar algún esfuerzo a desmontar las falacias más habituales, esfuerzo que a mi entender no se realiza tan a menudo como se debiera.

Otro día hablaré de la lengua y de las autopistas, pero hoy querría hacerlo sobre el déficit fiscal, porque estoy pasando unos días divertidos aprendiendo sobre el asunto.



Primera falacia: el 4% alemán.

Si uno vive en Cataluña es casi imposible que no haya escuchado alguna vez "el bulo del 4%". Según los nacionalistas catalanes, puede ser normal que una Comunidad Autónoma tenga un déficit fiscal si es más rica que la media, pero este déficit no debería ser "excesivo". Alemania, que es un país serio, tiene limitado por ley el déficit fiscal que puede tener un land a un 4% de su PIB como máximo. Eso se ha repetido en todos los ambitos hasta la saciedad, lo han dicho varios representantes de Convergencia i Unió en Cataluña, e incluso en el Parlamento español... ¡Qué demonios, me lo había creído hasta yo! Por una subestimación de la capacidad para la mentira y la demagogia de los nacionalistas, como siempre.

Resulta que ese límite es inexistente: es un bulo. No hay ninguna ley ni sentencia en Alemania que diga tal cosa. Pueden consultarse los detalles en este documento de Convivencia Cívica Catalana, y recomiendo que se lea antes de continuar: no es muy largo, se entiende muy bien, y es hasta divertido.

Este bulo está por todas partes, y los propios economistas catalanes dicen entre la risa y la indignación que nadie sabe de dónde ha salido. Es posible que nadie acabe sabiéndolo a ciencia cierta. Yo lo único que puedo decir es que lo he seguido y al llegar a Convergencia i Unió perdí el rastro...

Han estado tanto tiempo machacándonos con esa falsedad que el impacto de enterarme de que era un bulo fue importante, de manera que empecé a interesarme por el esotérico tema de las balanzas fiscales. Todos los nacionalistas están convencidos de que el déficit fiscal de Cataluña es excesivo. ¿Es una convicción racional, fruto del estudio detallado del asunto? ¿Ha comparado cada nacionalista varios sesudos estudios al respecto antes de indignarse y salir a la calle? ¿O simplemente lo han oído por TV3, como el bulo del 4%, y con eso les ha bastado? Merecía la pena enterarse de algunos detalles.

Lo que haré será dejar algunos links con explicaciones mucho mejores que cualquiera que yo pueda dar, pero después haré un pequeño resumen del asunto que quizá sea lo mejor para empezar. Mi resumen será el de un aficionado: puede contener incorrecciones. Por eso pongo los links.

1. Este: es una página del partido Ciutadans en la que se pueden ver varios vídeos de comparecencias de expertos frente a una comisión de políticos catalanes. Recomiendo ver las comparecencias de los cuatro expertos (hablan en catalán): Maite Vilalta, Joan Ramón Rovira, Marta Espasa i Queralt, y Núria Bosch. La primera comparecencia del diputado de Ciutadans es curiosa y pasable. Las otras no merecen la pena. Pero los cuatro expertos son todos muy instructivos.
2. Este: el documento del grupo de trabajo sobre metodología de balanzas fiscales del Instituto de Estudios Fiscales, dependiente del Ministerio de Economía y Hacienda. Es un documento muy largo y pesado, pero puede servir para pulir detalles una vez que la cuestión se ha entendido más o menos.

Mi resumen:


El saldo fiscal es una resta: los gastos de una administración (el Estado central) que se imputan a un territorio (una comunidad autónoma) menos los ingresos hacia el Estado central (normalmente por impuestos) que se imputan a esa comunidad autónoma. Si el saldo fiscal es positivo, se dice que la comunidad autónoma tiene superávit fiscal. Si es negativo, se dice que tiene déficit fiscal.

Segunda falacia a desmontar: el déficit fiscal representa la "solidaridad" de las comunidades más ricas con las más pobres.
No, vamos a ver.
Los economistas dividen los juicios en técnicos y normativos. Un juicio técnico podría ser "si se aumenta el IVA disminuirá el consumo": representa la ciencia, los hechos tal y como el que habla cree que son. Un juicio normativo podría ser "hay que distribuír cierta parte de la riqueza de los ricos hacia los pobres, porque los pobres no suelen merecerse toda la diferencia de renta que les separa de los ricos, y aunque se la merecieran, no se puede dejar abandonado a nadie a su suerte por sus errores": representa un juicio moral, los hechos como el que habla piensa que deberían ser. Si aceptamos que hemos de obligar a la gente a pagar impuestos para sufragar los servicios públicos, y que la riqueza ha de ser hasta cierto punto redistribuída del rico al pobre, entonces la riqueza no se redistribuye porque el rico tenga "solidaridad", sino porque le obligan (y está muy bien que le obliguen, eso es un juicio normativo mío). En cualquier país donde se cobren impuestos según la capacidad de pagarlos, y luego se distribuyan los gastos según las necesidades, si se hace bien, las regiones más ricas tendrán déficit fiscal (porque los servicios públicos serán similares para todos, pero en las regiones ricas habrá más ricos y por tanto más ingresos hacia el Estado) y las regiones con más ciudadanos pobres tendrán superávit fiscal: recibirán más dinero del Estado central del que le pagan, porque estarán habitadas por ciudadanos más pobres en promedio. Las comunidades autónomas no tienen déficit fiscal por "solidaridad", virtud encomiable que se suele entender como voluntaria, de la misma manera que un rico no paga más impuestos porque sea "solidario". El déficit existirá, si es el caso, porque los ciudadanos pagan impuestos obligatoriamente en un Estado redistributivo, y ocurre en todos los países.

¿Cómo se calcula el saldo fiscal?
Hay dos enfoques principales: el de flujo monetario y el de carga-beneficio. También hay diferentes correcciones y variaciones metodológicas. El asunto es complejo.
En el método del flujo monetario, simplificando un poco, los ingresos tributarios se imputan al territorio donde está el objeto imponible (renta, patrimonio o consumo) y los gastos se imputan al territorio donde se efectúa el gasto. En resumen: se mira "a dónde va el dinero". Tiene la ventaja de que es bastante "objetivo" en el sentido de que no hay que hacer demasiadas suposiciones, pero pondré un ejemplo para qué se entienda por qué puede ser muy inadecuado.
En Madrid hay muchos organismos del Estado central. Está el CSIC, el Instituto de la Mujer, el Instituto Nacional de Estadística, el Consejo de Seguridad Nuclear, etc. Con el método del flujo monetario, estos gastos se atribuyen a la Comunidad de Madrid, porque la sede de estos organismos está en Madrid. Pero es fácil de ver que esto es "inadecuado": el Consejo de Seguridad Nuclear se encarga de muchas cosas en todo el territorio nacional, desde certificar a revisores de aparatos radiológicos a vigilar que no haya fugas en las centrales nucleares. No beneficia únicamente a los madrileños, sino a todos los españoles, y además a todos de manera muy similar. Sin embargo, con el método del flujo monetario, este gasto se imputa sólo a Madrid. Así, parece que el Estado "invierte mucho en Madrid", cuando en realidad invierte en estructuras que benefician a todos los ciudadanos, o que las otras comunidades "tienen mucho déficit fiscal", porque en todas se pagan impuestos pero el CSN está en Madrid. Ni que decir tiene que los nacionalistas catalanes prefieren este método del flujo monetario.
Podría surgir la tentación de utilizar el otro método: el de carga-beneficio. Con él, los ingresos se imputan al territorio donde residan las personas que realmente soportan la carga, mientras que los gastos se imputan al territorio donde residen las personas a las que benefician los servicios públicos y las transferencias. Parece más lógico: Cataluña, por ejemplo, representa un 16% de la población española, y el Consejo de Seguridad Nuclear beneficia a todos, de manera que se imputa a Cataluña un 16% de lo que cuesta el CSN. Es sólo un ejemplo sencillo, luego hay matices.
Pero con el método de carga-beneficio, ya hay que empezar a hacer suposiciones. Supongamos que el Estado central se gasta el dinero en construír el Aeropuerto de Barcelona, como de hecho hizo. ¿A quién beneficia? De seguro, beneficia más a un barcelonés que a un castellonés, y más a un castellonés que a un gaditano. Pero en realidad beneficia a todos, incluso al gaditano (por la conexión desde Jerez al resto del mundo). Es imposible calcular cuánto beneficia a cada región. Si se calcula con el método de flujo monetario, se ignora el hecho de que el aeropuerto de El Prat beneficia a todos los españoles, no sólo a los catalanes. Si se calcula con el método de carga-beneficio, se ignora el hecho de que el aeropuerto no beneficia a todos los españoles por igual.
Eso por el lado de los gastos. Pero por el lado de los ingresos sucede igual. Tómese como ejemplo el Impuesto de Sociedades: si calculamos según el enfoque carga-beneficio, cuando se cobra un impuesto a una empresa, al final eso repercutirá sobre sus propietarios, sus trabajadores, y sus consumidores: tenderá a disminuír el capital de la empresa, disminuír el salario del trabajador, o aumentar el precio del producto. Pero ¿en qué territorio exáctamente viven los propietarios, que pueden ser muchos? Y sus consumidores están distribuídos por todo el país, ¿dónde imputo el ingreso?, etc. En resumen, se calcule como se calcule, por cualquiera de los dos métodos se introduce una importante falsedad o subjetividad que no puede ignorarse.

Todo esto ya debería ir inclinando a cualquier persona razonable hacia un sano escepticismo, pero es que hay más. La balanza fiscal puede "normalizarse por el déficit" o no normalizarse. Y si se normaliza, puede hacerse por la vía de los ingresos o por la vía de los gastos. De manera que ya tenemos 2x3=6 maneras diferentes de calcular el saldo fiscal.

¿Qué quiere decir "normalizar" o "no normalizar" por el déficit?

Con el método sin normalizar, simplemente se calcula el saldo fiscal real del año. Eso elimina la subjetividad, aunque puede dar lugar a que salgan resultados “raros” si se examinan superficialmente los saldos de un solo año o no se comparan las CC.AA entre sí. Por ejemplo, si un año el Estado gasta mucho en todas las CC.AA (construyendo una agencia espacial en cada provincia, cosa que en nuestro país no parece tan increíble) y por hacerlo incurre en un déficit muy importante, todas las CC.AA pueden tener superávit fiscal a la vez (“todas reciben del Estado más de lo que dan”, porque el Estado está financiando todo este gasto a base de déficit). Y viceversa: si el Estado está intentando gastar poco o ingresar más para disminuír el déficit, como ocurre actualmente, es perfectamente posible que todas las comunidades autónomas tengan déficit fiscal a la vez. De manera que el saldo fiscal sólo refleja bien la redistribución de dinero si se comparan entre sí las CC.AA y se evalúa un periodo largo.

En el método normalizado, se introduce una corrección:  se tiene en cuenta el déficit del Estado, y una parte de este déficit se imputa como “impuesto ficticio” o "disminución ficticia del gasto" a la comunidad autónoma. El motivo es que ese déficit estatal de hoy habrá que eliminarlo algún día en el futuro, subiendo impuestos a los ciudadanos o reduciendo gastos, y eso tenderá entonces a aumentar el déficit fiscal de las comunidades autónomas, que tendrán que “dar al Estado más de lo que reciban” para hacer desaparecer el déficit del Estado central. Así que la manera de tenerlo en cuenta es tomarlo como un impuesto ficticio o una reducción ficticia del gasto del año en curso, y calcular su montante como un cierto porcentaje del déficit estatal, porcentaje que (entiendo) se calcula como una media del saldo fiscal en años anteriores. Por ello, cuando un sacerdote nacionalista quiere incitar a sus feligreses en una época como la actual, en la que el Estado intenta enjugar su déficit, disminuyendo su gasto y aumentando impuestos, preferirá el método "normalizado". Así podrá publicar una cifra de déficit fiscal más alta.

Lo más importante que he sacado de mi somera investigación es que el asunto es muy complejo y sólo lo entienden bien los economistas, pero aunque soy totalmente lego y aceptaré humildemente cualquier corrección de un experto, me atrevo a decir que creo más razonable el método no normalizado, porque, como dice Angel de La Fuente (CSIC, 2000), “si la recaudación tributaria se eleva en el futuro para pagar la deuda generada por los déficits pasados, esto se reflejará en los saldos fiscales de otros periodos. Además, la distribución territorial de la recaudación puede haber variado sustancialmente para entonces”. En resumen, la manera de distorsionar menos los datos es hacer la media del déficit fiscal real a lo largo de periodos largos, sin imputar impuestos o gastos ficticios, que obligarán a hacer más suposiciones.

Todo lo anterior debería haber inducido a una persona razonable a dudar mucho de cualquier dato aislado que le den desde los medios. La prueba es que cuando se calculó el déficit fiscal de Cataluña en 2009, uno de los métodos arrojó un déficit fiscal de unos 16.000 millones de euros, un 8,4% del PIB. Otro método dió un resultado de ¡un ligero superávit!
Y no es increíble que Cataluña tuviera superávit fiscal en esos momentos. Los ingresos desde Cataluña cayeron mucho por la crisis, y si se calcula con el método de carga-beneficio y sin normalizar, puede fácilmente dar un superávit fiscal regional.
Todos los economistas son muy cautos a la hora de interpretar estos saldos fiscales, e insisten contínuamente en que no hay un método que sea "el mejor". Todos son igual de válidos (o inválidos) y sirven para cosas diferentes (aunque a los legos nos sea difícil entender para qué), de manera que siempre hay que publicar los resultados por todos los métodos. Pero los nacionalistas no son tan delicados: aquí pongo otro link de Convivencia Cívica Catalana donde se relatan las trampillas que hacen los gobiernos de la Generalitat para presentar los resultados de manera que sean favorables a sus tesis. En particular, la última vez ocultaron directamente los resultados por carga-beneficio, un ejemplo clarísimo de manipulación que debió de hacer sonrojar incluso a los economistas más afectos al régimen.

Otra cosa que advierten los expertos es que hay que ser muy cautos al comparar las balanzas fiscales de un Estado con las de otro, debido a que hay estados más redistributivos que otros (Francia es más redistributiva que los EE.UU, p. ej, de manera que el déficit fiscal de un departamento de Francia tenderá a ser mayor que el de un estado de EE.UU). Además, las distribuciones competenciales, que inciden sobre el saldo, también varían entre países. Sin embargo, incluso un tipo inteligente como Xavier Vidal-Foch se tira a la piscina sin ningún recato a hacer comparativas simplonas al final de este artículo de El País. Otro ejemplo para el sonrojo, pues da como hecho cierto e indiscutible que el déficit de Catalunya es excesivo con una burda simplificación, y se queda tan tranquilo. Y eso que se supone que él sabe de economía. ¿Ven lo que les digo de que es difícil separar el error intelectual del tribalismo?

¿Es excesivo el déficit fiscal catalán?


Eso será siempre un juicio normativo. Hay personas para las que un 4% del PIB será "excesivo" y otras para las que no. Pero ese no es el quid de la cuestión. La cuestión es si hay agravio comparativo. Se supone que al juzgar, tendremos un criterio normativo, por ejemplo, "los ciudadanos de cada región contribuirán en función de su capacidad, que mediremos por el PIB; y recibirán en función de sus necesidades, que mediremos por la población". Ese sería un criterio normativo simple. Puede haber otros más sofisticados, siempre discutibles. Después, veríamos si Cataluña se desvía mucho de ese criterio normativo, y si se desvía más o menos que otras CC.AA. Se puede hacer de muchas maneras: gráficos de barras, diagramas de dispersión, etc. Si Cataluña se comporta como el resto, y no destaca entre las otras, entonces es que no hay agravio.

Pues es que no lo hay. Siempre hay pequeños desajustes, claro. Algunas comunidades reciben más de lo que "deberían" algunos años y otras reciben algo menos. Pero suelen ser desviaciones pequeñas y explicables por la falibilidad humana y por lo compleja que es la inversión pública, y no por mala fe. En todos los estudios que he visto se llega a la misma conclusión: no se maltrata a Cataluña, es una comunidad como las demás (en este, por ejemplo, los datos son antiguos, pero se explican muy bien algunos conceptos). Cataluña suele ser la tercera o cuarta comunidad en déficit fiscal, pero eso es normal, porque también suele ser la tercera o cuarta en PIB: no destaca entre las demás ni hay ninguna desviación importante y mantenida.
En esos estudios, por cierto, también se llega a otra conclusión: Navarra y País Vasco están alejadas del saldo que "deberían" tener si todo el mundo tributase igual, pero eso lo trataré más adelante.

Un economista emitiendo juicios técnicos dirá que siempre hay un tradeoff entre la redistribución de la renta y la eficiencia del sistema económico. Está bien redistribuír hasta cierto punto, para facilitar la "equidad" o la "igualdad de oportunidades", pero cuanto más se redistribuye, más se distorsiona el sistema económico. Si se gravan demasiado las rentas del trabajo, la gente puede optar por trabajar menos de lo que lo hubiera hecho. Si se eleva mucho el IVA, la gente puede cambiar sus decisiones de consumo, etc, y esta ineficiencia del mercado repercutirá en el crecimiento. No se puede tener todo, y habrá que ponderar una cosa con la otra.
Habrá gente (podríamos llamarlos "derechistas" o "liberales") que estará a favor de una menor redistribución, y habrá otros (podríamos llamarlos "izquierdistas" o "socialdemócratas") que estarán a favor de una mayor redistribución. Mientras se rehuyan los extremos, ambas opciones me parecen defendibles.
Pero lo que no me parece defendible es el tribalismo. Un nacionalista catalán que se empeñe en reducir el déficit fiscal con el Estado en realidad en lo que se empeña es en redistribuír más hacia unos ciudadanos "pobres" que a otros, discriminando por la comunidad autónoma en la que viven.
Es importante que se entienda esto. Si uno tiende hacia el "derechismo" y piensa que a los "vagos" no se les ha de "subvencionar", como piensa mucha gente aquí en Cataluña, entonces lo que debería defender es que la presión fiscal sea la misma en todos sitios, pero con un Estado menos redistributivo en general, no por territorios. Sin embargo, es difícil entender por qué hay que subvencionar menos a un vago de Extremadura que a un vago de Cataluña. Si un Estado es decente, cobrará más a los que tienen mayores rentas y después intentará redistribuír el gasto de manera que todo el mundo tenga acceso a los mismos servicios públicos. De manera que los "vagos pobres" recibirán la misma riqueza (servicios públicos) allá donde estén, aprovechándose del trabajo de los honrados y menesterosos allá donde estén. Pero si un nacionalista defiende la obtención de algún tipo de privilegio fiscal para Cataluña (el "pacto fiscal") o un aumento del porcentaje del IRPF cedido a las Comunidades Autónomas, lo que está defendiendo es que de todo el dinero que la Administración le cobra en impuestos, el vago catalán ha de acabar percibiendo una cantidad mayor de esa riqueza que el vago extremeño. Y eso es tribalismo. Hay dos tipos de personas: los que piensan que todos deberíamos ser iguales ante la ley y tener derechos políticos iguales; y los que piensan que hay que distribuír más hacia unos que a otros en función de su sexo, raza, el sitio en dónde vivan o la lengua en la que se expresen. No se puede creer en ambas cosas a la vez.

¿Cuál es el objeto de calcular y publicar las balanzas fiscales?
Todos los economistas que he escuchado hablar del tema dicen lo mismo: transparencia. Pero desde el punto de vista de un lego, la cuestión se presta al menos a alguna humilde pregunta. Si se publicasen sistemáticamente las marcas comerciales de las impresoras de tinta que el Estado central y las comunidades autónomas compran para realizar sus gestiones, y se incluyera en los boletines el número de cartuchos de tinta y si son en blanco y negro o en color, eso aumentaría la transparencia, en el sentido de que el ciudadano podría ser más consciente de en qué se está gastando la Administración su dinero exactamente y hacia dónde van los flujos de riqueza. Pero una información así ¿tendría una gran utilidad pública? Dada la disparidad de resultados y de criterios a la hora de calcularlas y evaluarlas, ¿puede servir la información de las balanzas fiscales para algo, además de para engañar a los catalanes?
Es posible que sí: el proferor Barberán Ortí arguye que "la utilidad principal de los estudios de balanzas fiscales es que sus resultados pueden alertar sobre efectos redistributivos territoriales atípicos ocasionados por el presupuesto del gobierno central. Ahora bien, no proporcionan más que una señal de alerta que, además, puede responder o no a un problema real de desigualdad de trato entre los ciudadanos residentes en distintos territorios, y en ningún caso aportan información suficiente para hacer un diagnóstico del problema. Para disponer de una identificación y diagnóstico precisos deberían analizarse los distintos programas de gasto, evaluando necesidades y su grado de cobertura en cada territorio, y no una sola cifra –el saldo- obtenida como diferencia entre ingresos y gastos de muy distinta naturaleza." Amén.

En conclusión: no he hallado ninguna evidencia de que el Estado central maltrate a Cataluña en los documentos y resúmenes que he leído sobre déficit fiscal, y estoy casi seguro de que el 99,99% de los nacionalistas que han ido a la manifestación de la Diada tampoco. Lo que sí he hallado es que el sistema fiscal privilegia a los ciudadanos de Navarra y el País Vasco (no fue una sorpresa). Ante este último hecho, una persona decente diría: "tendríamos que ir tendiendo a anular esos privilegios". Los nacionalistas de Cataluña me dicen casi textualmente "Yo quiero un privilegio igual que el de esas dos regiones". Lo siento, pero eso ya no puedo atribuírlo a error intelectual.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Los mejores ángeles de nuestra naturaleza

Muy interesante el último libro de Steven Pinker, titulado "The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined". En él explica y demuestra cómo todos los tipos de violencia han ido disminuyendo a lo largo de todas las escalas de tiempo: desde milenios a años, desde hacer la guerra hasta zurrar a los niños.
El autor dedica los primeros capítulos a convencer al lector mediante comparaciones, tablas y gráficos, de que realmente es así. A menudo oímos o leemos que el siglo XX fue un siglo de barbarie, el siglo en que los instintos violentos de los seres humanos, desatados en un contexto de avances tecnológicos para la guerra, causaron las dos guerras mundiales, innumerables genocidios, etc.
Pero recuerden mi entrada anterior de este blog. La violencia ha de ser medida no en valor absoluto, sino en términos relativos a la población. Si en Estados Unidos hubiera 1.000 homicidios al año y en Luxemburgo hubiera también 1000 homicidios anuales, ¿cuál sería la sociedad más violenta?

Lo cierto es que la probabilidad de morir en una guerra en sociedades primitivas es altísimo (ej: aproximadamente el 60% para un miembro de los Waorani del Amazonas); mientras que la misma probabilidad para cualquier humano en el siglo XX fue menor del 1%, incluso teniendo en cuenta las dos guerras mundiales.

Pinker entra en numerosos detalles y cálculos para dejar esta cuestión aclarada. Después hace un largo recorrido por los varios procesos que han contribuído al declinar de la violencia y trata de postular una serie de causas para los mismos. Las causas son debidas a dinámicas sociales, puesto que, aunque hace una pequeña digresión para considerar si es posible que los humanos hayamos cambiado nuestra naturaleza a través de las épocas (que nos hayamos vuelto "genéticamente" más pacíficos), en general considera la naturaleza humana como algo que no ha variado significativamente.

Finalmente trata el tema de los impulsos interiores que nos llevan a la violencia (Inner Demons) o que nos alejan de ella (Better Angels). Por cierto, el título del libro está sacado del final del impresionante discurso que dio Abraham Lincoln al jurar el cargo de presidente, con el Capitolio todavía en construcción a sus espaldas, en un último intento para intentar convencer a los Estados del Sur de que abandonasen el camino de la secesión. Intento fallido, como se sabe, pero ¡qué inspirador, el discurso!

Me gusta Pinker, porque es un claro heredero de la Ilustración dieciochesca —sí, quedamos pocos—. Una de las causas reductoras de la violencia que propone es precisamente la Razón, con mayúsculas. La Empatía, que tiene más prestigio, suele funcionar sólamente para personas de nuestro "círculo de empatía" o de nuestra nacionalidad; pero es la Razón la que permite ampliar este círculo y dar el último salto necesario para reducir la violencia hacia grupos hacia los que inicialmente no sentimos empatía. En este sentido, Pinker cita a Adam Smith, la lumbrera de la Ilustración escocesa y autor de "La riqueza de las naciones". En otro libro suyo, "The Theory of Moral Sentiments" (1759) existe este pasaje, que yo me voy a dar el gusto de traducir, porque me impresionó:

"Supongamos que el gran imperio de China, con sus miríadas de habitantes, fuera engullido súbitamente por un terremoto, y consideremos cómo reaccionaría un hombre de humanidad en Europa que no tuviera ninguna clase de conexión con aquella parte del mundo, al recibir inteligencia de esa terrible calamidad. En primer lugar, imagino, expresaría de manera inequívoca su tristeza por la desgracia de ese infeliz pueblo, haría muchas reflexiones melancólicas acerca de la precariedad de la vida humana, y la vanidad de todas las labores del hombre, que pueden ser así aniquiladas en un instante. También entraría quizás, si fuese un hombre de especulación, en muchos razonamientos concernientes a los efectos que este desastre podría producir sobre el comercio en Europa, y sobre el comercio y el devenir del mundo en general. Y cuando toda esta excelente filosofía hubiese terminado, cuando todos estos humanitarios sentimientos hubiesen sido expresados suficientemente, continuaría con sus asuntos o sus placeres, tomando su reposo o su ocio con la misma calma y tranquilidad que hubiera tenido de no haber sucedido tal accidente. El desastre más frívolo que pudiera acaecerle ocasionaría una alteración más real. Si fuera a perder su dedo meñique mañana, no dormiría esta noche; pero, siempre que no pudiera verlos, roncaría con la más profunda seguridad tras la ruina de cien millones de sus semejantes."

Pero esa sólo es la primera parte de la cita, la parte que pudiera sonar cínica (aunque sincera). Sin embargo, Adam Smith continúa el experimento mental, con un escenario diferente. Esta vez te presenta una elección: puedes perder tu dedo meñique, o bien morirán cien millones de chinos. ¿Sacrificarías a cien millones de personas para salvar tu meñique? Smith predice que casi nadie escogería esta monstruosa opción. Pero ¿por qué no, se pregunta Smith, dada que nuestra empatía por los extraños es mucho menor que nuestro nerviosismo ante una desgracia personal? El compara dos de nuestros mejores ángeles:

"No es el blando poder de la humanidad, no es esa débil chispa de benevolencia que la Naturaleza ha encendido en el corazón humano, la que es capaz de contrarrestar los más fuertes impulsos del amor propio. Es un poder más fuerte, un motivo más contundente, el que se ejerce en tales ocasiones. Es la razón, el principio, la consciencia, el hombre que habita en nuestro pecho, el gran juez y árbitro de nuestra conducta. Es él el que, cuando vamos a actuar de manera que alteraremos la felicidad de los demás, nos llama, con una voz capaz de silenciar la más presuntuosa de nuestras pasiones, y nos dice que somos uno más de la multitud, en ningún aspecto mejor que ningún otro de ella; y que cuando nos preferimos a nosotros de manera tan vergonzosa y tan ciega para con los demás, nos convertimos en adecuados objetos para el resentimiento, la abominación y la repulsa. Es sólo de él de quien aprendemos la verdadera pequeñez de nosotros mismos y de todo lo que concierne a nosotros, y las naturales tergiversaciones del amor propio pueden ser corregidas sólo por la mirada de este espectador imparcial. Es él el que nos muestra la decencia de la generosidad y la deformidad de la injusticia; la decencia de renunciar a los mayores intereses propios, por los intereses mayores de los otros, y la deformidad de hacer el menor daño a otro, para obtener el mayor beneficio para nosotros".