martes, 22 de julio de 2014

¿Tus hijos se portan mal? Pues paga más impuestos...


En la novela "Tropas del Espacio", Robert. A. Heinlein describe una sociedad futura militarizada, obligada a luchar contra una amenaza exterior. Al leerla, es difícil evitar la sensación de que el autor está básicamente de acuerdo con los rasgos de esa sociedad. Uno de ellos es que la indisciplina o las faltas de los hijos también ocasionan castigo para los padres. Cuando un niño o un muchacho se porta mal, recibe una serie de latigazos, en número proporcional a la magnitud de la falta. Pero lo interesante es que ambos padres reciben un número de latigazos igual que el de su hijo.

Me recuerdo entre divertido y escandalizado leyendo aquellos pasajes. Me dejaban pensativo, pues no deja de tener cierta lógica.

Algo parecido, en versión menos salvaje, proponen los autores del blog "Nada es Gratis" en su libro del mismo nombre, escrito conjuntamente por todos ellos, con el pseudónimo de "Jorge Juan".

Empiezan ilustrando el asunto con un gráfico de barras, procedente del informe PISA 2009, que compara, entre los distintos países de la OCDE, la proporción de alumnos en colegios públicos en los que el aprendizaje se ve muy afectado por las interrupciones en las clases. El gráfico del blog y el del libro no concuerdan mucho, pero bueno... España está entre los países con más indisciplina en las clases.

Pues esta es la solución de los economistas:

"Implantemos un carné por puntos en educación. Aquellos padres cuyos hijos no se comporten van perdiendo puntos. Pero llegado cierto momento se "pierde el carné". Esto puede traducirse en una subida de impuestos. La lógica económica de esta medida es aplastante: el niño genera un efecto externo sobre terceros, y el responsable legal debe hacerse cargo. Es el mismo principio por el que quien contamina debe pagar por ello, a través de impuestos a los carburantes, por ejemplo. Además, hacerlo vía impuestos garantiza que la medida sea progresiva: el castigo será mayor para los padres con una renta más alta."

Lo convincente que le parezca a uno esta medida dependerá de en qué grado crea que la indisciplina
de los hijos depende de la actitud de los padres. Yo creo que depende bastante, pero se admiten opiniones (si es posible con bibliografía) al respecto.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Propiedad intelectual (y II) en el día contra el DRM

Hoy publicaba Jesús Fernández-Villaverde una entrada en el blog "Nada es gratis", donde mencionaba el DRM (sistema de gestión digital de derechos, que por ejemplo impide la copia de libros electrónicos) y hacía un link hacia otra entrada suya donde criticaba el modelo actual de propiedad intelectual. Como no sé si publicará el comentario que le hago (él es muy suyo), lo incluyo aquí, porque ya había hablado de esto:

1) Cierto que hay falacias y exageraciones en un bando ("es robar", "es de piratas", etc), pero también en el otro ("las ideas no son de nadie", "la SGAE roba", "los heredero
s viven del cuento" [guasa de Jorge Riechmann: la abolición de la herencia es un irrenunciable principio socialista, pero no hay por qué limitarlo a la propiedad intelectual…], "no se pueden poner puertas al campo" [no hay puertas, pero sí vallas, que delimitan lo que es de unos y de otros].


2) Es cierto que "Nadie tiene “derecho” innato y natural a la propiedad intelectual", pero nadie tiene tampoco “derecho” innato a su disfrute.
3) ¿Es la distinción entre bienes rivales y no rivales tan bien definida? Si no hay cola y la sala de cine está medio llena, el acceso a la sala no es un bien rival, ¿no?. Probé a razonárselo la última vez al “segurata” para entrar sin pagar. No coló.

4) Creo que JFV no es tan tonto como para afirmarlo, pero por si acaso: es cierto que el copyright es un sistema de incentivos, pero eso no quiere decir que violar a sabiendas un sistema de incentivos que la sociedad se ha dado a sí misma para solucionar un problema sea moral.

5) Hay que preguntarse si el bien es mayor que el mal. Y eso varía mucho según el caso. Yo creo, por ejemplo, que el DRM es nefasto. Pero es nefasto para Amazon, ¿no? Así que ¿para qué protestar? Ya espabilarán.

6) Veo que no soy el único al que preocupan los escritores artísticos no-bestsellers. JFV citó el mecenazgo, los premios, la cooperación múltiple y la innovación competitiva (que no sé lo que es) como alternativas al monopolio temporal. No sé si va a ser suficiente. Yo creo que hay  buenos escritores que hasta ahora podían ser artistas a tiempo completo y ahora no van a poder, con el consiguiente perjuicio colectivo.

7) Hay un cambio del paradigma tecnológico que impide el monopolio temporal. Pero ¿y si revirtiese? Un virus que destrozase sólo los ordenadores que albergan una copia ilegal de algo, por ejemplo. ¿Sería "moral" lanzar el virus? Pues claro que sí, tanto como bajarse una película sin pagar. ¿Creen que no habría gente que protestaría entonces por sus violados derechos sacrosantos?

PROF. JESÚS FERNÁNDEZ-VILLAVERDE:

Muchas cosas. Tengo poco tiempo hoy asi que solo respondo a 3) y 4).
3) La rivalidad es un continuo: hay bienes plenamente rivales (una camisa), plenamente no rivales (las señales de television) y parcialmente rivales (una carretera o una sala de cine medio llena). Las ideas son un ejemplo casi perfecto de bienes no rivales (excepto por el soporte fisico de las mismas).
4) Hay una obligacion (en general, hay excepciones) de cumplir una ley, por supuesto. Pero en el caso del copyright, el juicio moral es sobre el la importancia del imperio de la ley y de los objetivos que la misma busca, no sobre el contendido de la misma.
Si mañana se elimina el copyright (algo que las Cortes siempre pueden hacer), copiar un archivo digital no seria ni inmoral ni ilegal. Si mañana las Cortes permitiesen quemar gatitos en grandes fogatas (por poner un ejemplo superidiota y que espero no ofenda a nadie), quemar gatitos seria legal pero seguiria siendo inmoral.

 6) Si lee todas mis entradas anteriores y los comentarios (si, son muchos y largos, lo siento), he señalado que quizas en ciertos casos (como los escritores) no nos quede mas remedio que mantener el copyright. Pero desde luego ni con la longitud actual (25 años probablemente son mas que suficientes) ni con las mil restricciones existentes. En otras areas (software), deberia ser eliminado completamente. Yo no quiero pasar de un nivel de proteccion 100 (el actual) a 0, quiero pasar de 100 a, por poner un numero, 30 (y por supuesto que no suba, como quieren los lobbies de la industria).



YO:


Creo que estamos de acuerdo en las consecuencias prácticas (limitar el copyright, distinguir entre situaciones…) pero no en la "filosofía profunda".

La obligación moral de no violar el copyright no es sólo porque "dura lex, sed lex".  Si mañana se eliminase el copyright, dice que copiar no sería ni inmoral ni ilegal. No creo. Dejaría de ser ilegal, pero seguiría siendo inmoral, porque [estamos de acuerdo en que] impediría que algunas personas (ya digo que los escritores artísticos son los que más me impresionan) pudiesen disfrutar de los frutos de un honesto trabajo, útil para la comunidad, como disfrutamos los demás. Y POR ESO hay que mantener el copyright para ellos. No sólo porque a largo plazo a los demás no nos convenga eliminarlo para preservar la función de los escritores. Es "inmoral" cambiar "injustamente" las leyes.

Otra cosa es que se me diga que los datos empíricos no son esos: que no se impediría, porque hay alternativas mejores que el copyright. Pero no es eso lo que me dice. Y hablando de muchos casos artísticos, aunque me lo dijera no le creería.

Off-topic para Ruralita: la ley que prohibió los toros en Cataluña no fue "democracia en estado puro". En mitad de la legislatura, cada diputado votó lo que le dio la gana sin haber avisado antes (en su programa electoral) de lo que iba a hacer, con lo cual los catalanes perdimos totalmente el control de nuestro Parlamento en este asunto. Snif.

Con esto llego a mi límite ¡Arrrgh!
 

viernes, 21 de marzo de 2014

Cinco libros para culturizarse

Supongamos que alguien quiere adquirir cultura. Está preocupado porque su educación formal no le aprovechó mucho, y luego, por centrarse demasiado en el trabajo y poco en el ocio intelectual, es consciente de que se ha quedado un poco atrás. No sabe, pero tiene ganas de saber. Quiere instruirse. ¿Por dónde empezar?
Esta es una lista de mis "top five". Los cinco libros que yo le recomendaría.

"Cosmos" de Carl Sagan (El Universo y cómo llegar a conocerlo mediante la Razón y la Ciencia).
"El gen egoísta", de Richard Dawkins (la evolución y otras ideas peligrosas de la Biología).
"Cronología del Mundo" de Isaac Asimov (una ducha de Historia).
"Política para Amador", de Fernando Savater (una introducción a la Filosofía Política).
"Por qué fracasan las naciones" de Daron Acemoglu y James Robinson (trata sobre la pregunta más importante de las ciencias sociales, por qué unos países son ricos y otros pobres).

Le echaré un vistazo a esta lista dentro de algunos años, a ver si sigo opinando lo mismo.


martes, 18 de marzo de 2014

Cataluña y monsieur Queuille (frisking)



Este es un artículo nacionalista habitual publicado en El País el 18 de marzo de 2014. Me he permitido hacerle un frisking, porque ya estoy más que harto.




No existe ningún problema político tan urgente que no pueda ser resuelto mediante una indecisión”. Se ha atribuido la frase a Henri Queuille (1884-1970), político radical con importantes responsabilidades de gobierno durante la III y la IV República francesa. Sea o no cierta su autoría, se expresa con ella un estilo político que ha tenido destacados practicantes en otras latitudes. Podría ser reconocido en la estrategia —si así cabe llamarla— adoptada por el actual Gobierno español ante lo que algunos suelen llamar el “desafío soberanista”. A estas alturas de la peripecia (peripecia=” cambio repentino de situación debido a un accidente imprevisto que altera el estado de las cosas”, pero el desafío soberanista no ha sido un accidente), ha quedado también bastante claro que esta estrategia inmovilista está respaldada por la actual mayoría política en el Congreso de los Diputados, por gran parte de la opinión pública española y por un sector predominante de sus medios de comunicación (¿estrategia inmovilista? Como decía con tino y gracia Fernando Savater hace un tiempo, que a alguien le dé una crisis epiléptica no significa que los demás tengan el deber de convulsionar al unísono. Y lo que está respaldado por la mayoría es la Constitución, no la “estrategia” de Rajoy). Frente a ellos, son minoría quienes desde hace tiempo o desde hace poco promueven la superación del esquema territorial vigente para dar alguna respuesta a quienes se manifiestan disconformes con sus resultados (esto de que son minoría es importante, pero no sé si te vas a acordar; y es mejor que digas el “cambio” del esquema territorial y no la “superación”, como si el esquema que hoy existe fuera obviamente peor que lo que proponen sus adversarios).
En otras circunstancias, una actitud mayoritaria de firmeza inamovible y de defensa de lo existente podría ser garantía de estabilidad y consolidación. Pero tal actitud choca desde hace años con un inconveniente no desdeñable: la existencia en Cataluña de una mayoría política, social y mediática que reivindica cambios en el statu quo de sus relaciones con el Estado y sus centros de decisión. Aunque sin coincidir en el contenido de los cambios, sus partidarios superan claramente a los inmovilistas (léase sensatos) locales. Y de esta discrepancia entre mayorías —en Cataluña y fuera de Cataluña— nace el conflicto (gracias por hacérmelo ver).
Abundan las interpretaciones sobre las raíces de esta persistente contraposición. En estas páginas se han prodigado argumentos, parábolas y metáforas de variado ingenio y valor. Pero me pregunto si no ha pasado el momento de las interpretaciones o de refugiarse en la complaciente idea de que esta discrepancia nace de una astucia de clase o de una maniobra partidista sin apoyo social.(No te quepa duda de que surge en parte de una “astucia de clase”. El separatista calcula. Sabe que su comunidad autónoma es más rica que la media, y como no ve más allá del corto o medio plazo y de la economía, piensa que saldrá beneficiado si se separa, porque así tocará a más para él. Verlo no es una “idea complaciente”. Es aceptar la realidad) ¿No sería más productivo explorar ya opciones de salida para un contencioso político que pocos se atreven a negar? Examinar vías de salida es ahora más acuciante porque es improbable que las cosas sigan como están. No es necesario invocar al célebre presocrático para admitir que todo fluye y —dadas las circunstancias del caso— con mayor velocidad que en otros tiempos.
A modo de ejercicio (no creo que sea sólo para eso) y con ánimo de provocar nuevas sugerencias, apuntaré de nuevo cinco alternativas que se me ofrecen como pistas de desbloqueo. La primera consiste en una recentralización gradual del sistema existente. En realidad, parece estar ya en marcha un proceso de involución autonómica (por favor, dí “recentralización”, que suena más aséptico, y no “involución”, que significa “retroceso”, como si hubiera una dirección clara de “progresión autonómica”) si examinamos una serie de decisiones recientes del Gobierno estatal en materias diversas: fiscal, municipal, educativa, laboral, medioambiental, etcétera. Es una involución (y dale) que satisface a buena parte de la opinión española, incluso a gobiernos y poblaciones de algunas comunidades autónomas que ven reducida su propia esfera de autogobierno.(¿dónde? no ha habido tanta recentralización como dices, por desgracia). En cambio, en nada favorece la posibilidad de convencer a la opinión catalana mayoritaria para que altere el sentido de sus aspiraciones. Más bien al contrario.(puede ser, pero tienen que aceptar que están en minoría, como lo acepto yo en mil cosas que me gustaría cambiar a nivel estatal y autonómico, pero que no puedo cambiar porque “los otros no quieren”).
Una segunda opción de sentido opuesto apuntaría a incrementar el grado de descentralización sin variar demasiado las bases del esquema actual. A mi juicio, es un camino abierto, pero con poco recorrido. Lo reveló el intento de reforma estatutaria de 2006. Una eventual expansión de la descentralización sin transformaciones de calado en el modelo no subsanaría algunos de sus defectos capitales (totalmente de acuerdo; por eso entre otras cosas no hay que hacerla) ni respondería a lo que se plantea desde Cataluña.(claro que no; la simetría no les gusta a los nacionalistas. Ellos han de ser más que los demás en algo).
Una tercera pista apunta a la adopción de un modelo federal.(la enorme, tremenda, terrible tontería "marca de la casa" del PSOE, con síndrome de Estocolmo todavía. Como si reformar la Constitución por la vía “federal”, sea lo que sea lo que signifique eso, fuera a calmar a los nacionalistas catalanes. O sea, que reformas la Constitución para que sea federal, y se acabó el problema. CiU será leal y ya no volverá a pedir dinero, nunca más habrá chantaje nacionalista en el parlamento estatal, y ERC tendrá que disolverse porque el nacionalismo desaparecerá). La etiqueta federal admite matices muy variados: desde el federalismo a la alemana hasta un flexible federalismo asimétrico, tan ridiculizado hace años por algunos que lo recuperan ahora como recurso de última hora.(¿quién ha ridiculizado el federalismo asimétrico y lo ha recuperado ahora? Nombres, queremos nombres… El federalismo asimétrico fue, es y será siempre ridículo; y la semilla de rencores futuros). Su viabilidad depende en todo caso de que la propuesta aporte precisiones mayores que las suministradas hasta ahora por sus promotores. Por otro lado, la aclimatación de este principio organizativo a la cultura política española puede ser bastante problemática a la vista de consolidadas tradiciones partidistas y administrativas (como la tradición filosófica que dice que las asimetrías han de intentar evitarse, porque todos los ciudadanos son iguales ante la ley y deben de tener los mismos derechos y deberes. ¡Qué anticuado está eso!). Pero ello no habría de ser obstáculo para explorar de buena fe lo que pueda dar de sí esta alternativa.
Un cuarto escenario consistiría en ampliar el acceso a la “vía navarra” al autogobierno. Se trataría en realidad de replicar el discreto confederalismo existente entre el Estado y aquella comunidad. O entre el Reino de España y el Reino de Navarra, si se prefiere apelar a sus raíces tradicionales. Lo califico como confederalismo discreto por un doble motivo: porque no es propiamente la confederación de los manuales y porque su carácter excepcional y algo extravagante pasa discretamente desapercibido para los acérrimos defensores de la ortodoxia constitucional (no es cierto; muchos defensores de la legalidad y de la Constitución queremos reformarla para acabar con los indeseables privilegios vascos y navarros, una anomalía democrática que no debería existir en el siglo XXI y con la que haríamos bien en acabar por el bien de la democracia misma) . Sea como fuere, la relación establecida entre Estado y comunidad foral parece aceptada y satisfactoria para ambas partes, tanto en lo simbólico como en lo competencial y en lo fiscal. Algunas voces han sugerido recientemente —con o sin mención del precedente navarro— la posibilidad de una relación similar entre el Estado y Cataluña, una relación que cuenta con un ejemplo muy consolidado y que no parece haber socavado fatalmente los cimientos del presente orden constitucional.(no fatalmente, pero claro que los ha socavado; por eso ahora tú puedes citarlo para pedir los mismos privilegios para Cataluña. El problema es que eso no puede generalizarse, porque si todo el mundo tiene privilegios, dejan de ser privilegios. Ante un privilegio, una persona decente deseará abolirlo; los nacionalistas quieren otro privilegio igual para ellos, así son).
Finalmente, hay que referirse a la hipotética separación entre Cataluña y España por más que se opongan a ella importantes obstáculos legales, económicos y sentimentales. Cabe imaginar una separación amistosa o una separación agria y turbulenta. Con costes elevados en ambos casos y para ambas partes. Pero menores tal vez en la primera que en la segunda (tal vez, ). Por desgracia, no parece que la separación amistosa sea imaginable a la vista del clima que nos envuelve (y que los nacionalistas en el gobierno de Cataluña han hecho todo lo posible por suavizar…). Habría que resignarse, por tanto, a que se diera la segunda. (no, no habría que resignarse; lo que habría que hacer es respetar la ley, aunque no guste; dura lex, sed lex). A sabiendas de que su naturaleza conflictiva tampoco excluiría una negociación para resolver multitud de cuestiones de derecho y de hecho.
He dejado a un lado los aspectos jurídico-constitucionales de cada alternativa. No porque sean insignificantes, sino porque —en desacuerdo con ciertas posiciones inmovilistas— considero que no son los únicos ni siempre los más determinantes para orientar el planteamiento de la cuestión y sus salidas alternativas. Aquí están en juego otros recursos igualmente importantes que se barajan en contenciosos de este carácter: valores simbólicos, disponibilidades económico-financieras, dimensión geoestratégica, conexiones internacionales, etcétera. (pero es que la ley no es un “recurso”, como por ejemplo pueden serlo las “conexiones internacionales” o las "disponibilidades financieras". Es la Ley. Es lo que permite convivir en armonía en una democracia e impide que las minorías se impongan a las mayorías. En democracia sólo es lícito elegir dentro de la ley). Sin olvidar —como es natural— la intensidad de la movilización ciudadana o la capacidad de imposición coactiva de cada parte.(pocos olvidamos el poder “duro” de ambas partes, por eso no contemplamos la independencia como una posibilidad creíble en ausencia de cobardías gubernamentales) Todos los recursos —y no solo uno de ellos— deberán ser aquilatados para estimar la viabilidad de las diferentes alternativas cuando se entable la negociación a la que indefectiblemente se llegará más tarde o más temprano, con o sin votaciones o consultas previas.(da por hecho que se negociará, lo cual es sorprendente, porque a lo mejor lo único que pasa es que se suspende la autonomía o algunos gobernantes regionales son detenidos. Al menos, si se persiste en la intentona, no parece que un futuro negociado sea evidente. Más se parecerá a una renuncia por una de las partes).
Una única alternativa se me presenta como totalmente inútil para superar el bloqueo actual. Es la del impávido inmovilismo del que presumía —según dicen— el hombre político francés citado al principio de este artículo: una forma de gobernar que consiste en dejar pasar el tiempo sin adoptar iniciativa alguna. Conviene recordar que este estilo de gobierno atribuido a ciertos dirigentes franceses de la segunda posguerra mundial desembocó finalmente en una crisis institucional de carácter terminal. Una crisis que acabó con el régimen de la IV República, llevó al poder al general De Gaulle, obligó a adoptar una nueva Constitución y dio paso a la independencia de Argelia y de todas las colonias africanas de Francia. Porque cuando los dirigentes y las instituciones existentes no son capaces de acomodar nuevos procesos sociales quiebran de manera estrepitosa y son desbordadas por la realidad de los hechos. A corto o a medio plazo.(la verdad es que yo también acuso al gobierno central de inmovilismo, pero creo que en un sentido distinto al autor. Rajoy hace tiempo que tendría que haber suspendido la autonomía de Cataluña por el artículo 155 de la Constitución. Tanto Artur Mas como Duran i Lleida ya han dejado dicho que una declaración unilateral de independencia no es totalmente descartable. Y cuando un presidente de una comunidad autónoma dice que no descarta violar la legalidad vigente, es pasado tiempo de inhabilitarle. Y hay que suspender la autonomía, pues cambiar sólo a una persona no serviría de nada. A CiU les ha votado mucha gente.
La suspensión temporal sería lo más inteligente a hacer, porque con la dirección actual de los acontecimientos, el conflicto es inevitable, y mejor ahora que entonces, tras un año de calentamiento regional. Que dejen a los políticos de CiU un par de años sin televisión, sin periódicos subvencionados, y sobre todo, sin chanchullos, y verás que pronto se calman. Si fuera una opción para Rajoy, lo más inteligente sería que la tomase. Pero es que no es una opción: ¡qué manía con considerar los artículos de la Constitución como si fueran de cumplimiento voluntario!

Josep M. Vallès es catedrático emérito de ciencia política (UAB).(y un auténtico lince)